El hallazgo del cuerpo sin vida de un adolescente de 13 años causó conmoción en Merlo. Ahora, la principal hipótesis de los investigadores estremece a todos, dos días después de la aparición del cadáver: a Nicolás Alexander Cernadas lo habrían matado «un poco por odio, otro poco por placer».
El cuerpo de Cernadas fue descubierto el lunes pasado a la tarde, en un descampado localizado entre las calles Ancaste y Gavilán, en la localidad de Mariano Acosta. Lo halló un vecino, que se acercó a un bulto sospechoso. Ni él ni los investigadores sabían entonces lo que encontrarían.
El cuerpo estaba boca abajo, parcialmente calcinado: tenía quemaduras en la cara, el pelo, la espalda y en ambos brazos. Los médicos forenses determinaron que también presentaba cortes de arma blanca en el mentón y en ambas piernas.
En las últimas horas, el joven fue identificado por un familiar como Nicolás Alexander Cernadas, de 13 años, vecino de la zona. Lo reconocieron por una mancha de nacimiento.
Su muerte se habría producido unas 24 horas antes del hallazgo, posiblemente el domingo por la tarde, de acuerdo al resultado preliminar de la autopsia.
Tras los trabajos científicos, los forenses determinaron que la causa de su deceso fue un paro cardiorrespiratorio traumático ocasionado por lesión alveolar difusa y por energía calórica. O, lo que es lo mismo, que murió por los cortes y tras ser prendido fuego aún con vida.
En paralelo a los trabajos sobre el cadáver de Cernadas, también hubo avances en la investigación sobre el entorno del adolescente, con resultados espeluznantes.
De acuerdo al análisis de teléfonos celulares secuestrados y de las redes sociales, el chico habría sido asesinado por otros jóvenes, a los que conocía del barrio. Le tenían «bronca y odio», sostienen los investigadores, y el ataque habría sido por «diversión» y «placer». Las sospechas indican que los agresores habrían grabado la agresión.
El estudio de las redes reveló que la víctima mantuvo diálogos con tres jóvenes, también adolescentes, y en esas comunicaciones se descubrieron detalles macabros, uno de los cuales apunta a que uno de los involucrados filmó a su víctima en el momento del ataque y, luego, pretendía regresar a la escena del crimen para registrar con su teléfono el estado en el que había quedado el cadáver.
De los audios y textos analizados se desprende que el crimen se produjo «un poco por placer y otro poco por el odio que le tenían a la víctima, a la que conocían del barrio».
Además, se pudo establecer que los agresores «querían volver después del hecho a filmarlo para ver cómo había quedado».