Los expertos en uso y abuso de pantallas Marc Masip y Jordi Romañach apuntan cómo detectar un exceso de consumo de tecnología y cuál es la dieta eficaz para liberarse de sus efectos nocivos
Cada vez resulta más habitual escuchar expresiones como “obeso digital”, “dieta digital” o “ayuno intermitente digital” por su analogía con la nutrición. Sin embargo, y a diferencia de lo que sucede con el peso en la báscula, que se define mediante el Índice de Masa Corporal (el peso en kilogramos dividido por la estatura en metros cuadrados) o el cálculo del perímetro abdominal, en el caso de la digitalización determinar una cantidad de tiempo a partir de la cual el consumo de pantallas (móvil, ordenador, tableta…), comienza a tener efectos secundarios para la salud emocional, mental y física, sigue siendo como hablar del sexo de los ángeles.
¿1, 3 o 5 horas al día? ¿Cuánto tiempo es demasiado usando redes sociales? ¿Y en el caso de la videoconsola? ¿Cuántas horas exactamente se puede usar el móvil sin que genere ansiedad, altere los patrones de sueño o cause dolor a las articulaciones? Nadie lo sabe. Tampoco el psicólogo Marc Masip, autor de Desconecta: La dieta digital para superar la adicción al móvil y hacer un uso adecuado de las nuevas tecnologías (Cúpula) o Jordi Romañach, artífice de Dieta digital. Levanta la vista de la pantalla y recupera el control de tu vida (Plataforma Actual). Eso sí, ambos manifiestan tener sabrosas pistas al respecto.
Mientras la obesidad y sus efectos pueden medirse, en el caso de las pantallas no hay instrumentos científicos que acoten dónde empieza y acaba la salud digital
Según se cuenta, en el año 1453, mientras Constantinopla estaba cercada por los turcos, los dirigentes de la antigua capital del Imperio Bizantino se sumieron en un apasionante debate sobre si los espíritus celestes creados por Dios para su ministerio eran de sexo femenino o masculino, lo que les llevó a descuidar la defensa de la actual ciudad de Estambul. De ahí proviene la expresión “discusión bizantina”, como sinónimo de artificiosa e inútil.
No obstante, del mismo modo que el exceso de grasa corporal incrementa la prevalencia de enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, etcétera), en el caso de las pantallas no existen instrumentos científicos de idéntica naturaleza que permitan acotar dónde empieza y acaba la salud digital. Así que la respuesta más socorrida suele ser: “Depende”.
“Depende del uso de la tecnología que haga cada persona”, indica Masip. Es decir, de las circunstancias que concurran, de la edad, de que las pantallas se utilicen para trabajar o distraerse, etcétera, pero…más allá de eso, es imposible concretar valores numéricos de referencia.
“Una cosa es comer para cubrir las necesidades fisiológicas y otra darse caprichos o picotear todo el día”, opina Romañach. “Las grasas hidrogenadas y las grasas saturadas acostumbran a estar en el ocio digital”, esgrime trazando un paralelismo con la nutrición.
Sobre este particular, Amy Orben, una psicóloga de la Universidad de Oxford que investiga los efectos de las redes sociales sobre las relaciones humanas, afirma que el tiempo frente a la pantalla podría compararse con la ingesta de azúcar: “En general, la gente coincide en que demasiado azúcar puede ser malo para la salud. Pero el efecto depende de otros factores, como el tipo de azúcar”, matiza.
El tiempo ante la pantalla puede compararse con el azúcar; la gente sabe que demasiado es nocivo, pero su efecto en cada uno depende de otras variables
Amy OrbenPsicóloga de la Universidad de Oxford
“El punto a partir del cual el uso de la tecnología pasa de tener un efecto positivo a otro negativo es muy variable”, reconoce. “Es difícil precisarlo porque cada persona usa el tiempo en internet de manera muy diferente”, salpimienta.
Dada la dificultad que entraña la tarea, dice Orben, “es necesario confiar en nuestros propios criterios para determinar si hacemos un uso excesivo de las pantallas y para decidir cuánto tiempo las usamos”.
Romañach, por ejemplo, reconoce aplicar un método por la noche y los días festivos. “Requiere de una fuerza de voluntad enorme, porque en muchos momentos es fácil cruzar la línea”, indica. “Mi objetivo es poner diques de contención durante el tiempo de ocio. ¿Cómo? Alejándome físicamente de las pantallas, a sabiendas de que son muy golosas”, confiesa.
Otras investigaciones concluyen algo similar: el punto en concreto a partir del cual las pantallas fomentan el sobrepeso digital es muy subjetivo. Un ejemplo: según una investigación, utilizar en un día laborable, durante el tiempo libre, más de dos horas al día el teléfono móvil, y más de cuatro horas en un día de fin de semana, se relacionó con un menor bienestar en un estudio llevado a cabo con 120.115 quinceañeros ingleses.
No obstante, los trabajos científicos se estrellan contra la dificultad de definir qué es “normal” en psicología. Al igual que no existe un peso “ideal” o “normal” en nutrición, salvo por su mayor o menor relación con los cánones estéticos del momento y su posible incidencia en la aparición de patologías (hipertensión, diabetes…), otro tanto ocurre con la digitalización. A saber: todo puede catalogarse como “normal”, salvo cuando las pantallas están en el origen de trastornos mentales, emocionales o físicos.
Martin Talk, fundador de Digital Detoxing, una compañía británica que ayuda a encontrar un equilibrio entre las tecnologías digitales y el mundo no digital, recalca que no hay razón para identificar a las pantallas con algo tóxico, ya que, en todo caso, el posible “veneno” se encuentra dentro de la persona y no en el ordenador, el móvil o la videoconsola. Otros expertos puntualizan que, aunque todo depende del uso, resulta difícil comportarse con mesura ante algunos contenidos concebidos para ser consumidos sin comedimiento.
Cómo reducir la ‘ingesta’
Uso ocasional en el tiempo de ocio
Dado que limitar durante el horario laboral la utilización de pantallas resulta un anacronismo impensable, los expertos en sobrepeso y obesidad digital ponen el acento en diversificar el tiempo de ocio. Según Sandi Mann, psicóloga de la Universidad Central de Lancashire (Gran Bretaña) y autora de El arte de saber aburrirse (Plataforma), hasta comienzos del siglo XX el aburrimiento se combatía con actividad: con juegos físicos, paseando, pintando, tejiendo etcétera, es decir, con tareas que implicaban a sistemas neuronales distintos. En la actualidad, en cambio, lo habitual es distraerse pasivamente en internet, pese a que estar muchas horas al día conectado produce un mismo tipo de estímulo. De hecho, el objetivo de cualquier dieta digital es reducir la ingesta de internet para que el móvil, el ordenador, la televisión o la videoconsola no colonicen el tiempo libre y conviertan a las pantallas en un menú completo.
En este sentido, el clickbait, es decir, los cebos que disponen algunas páginas webs para que los internautas muerdan el anzuelo y hagan click, vendría a asemejarse a las chucherías que los supermercados sitúan junto a las cajas registradoras para potenciar las compras impulsivas. “Resulta tan difícil contenerse ante una bolsa de patatas chips que frente un videojuego cuyos algoritmos están diseñados para que sea imposible dejar de jugar”, concede Masip.
Un debate parecido enfrenta en el terreno nutricional a quienes consideran que hay alimentos, como el azúcar, que producen “adicción”, y los que defienden que es más exacto denominarlo “propensión”, es decir, tener inclinación o tendencia hacia algún alimento (o tecnología) en particular, pero sin el síndrome de abstinencia que producen el alcohol, el tabaco y el resto de drogas clásicas. Al respecto, algunos dietistas-nutricionistas se formulan la siguiente pregunta: ¿es posible abrir un paquete de ganchitos de queso, comerse solamente 7 u 8, para que sea una ingesta saludable, y luego dejar la bolsa de lado?
“Muchos contenidos digitales guardan similitudes con el ‘fast food’”, admite Romañach. “Al cabo de poco tiempo, lo normal es volver a tener hambre”. “En mi opinión, la salud digital no deja de ser –interviene Masip– utilizar la tecnología y sus aparatos de forma correcta para mejorar y facilitar la vida humana, pero nunca (escrito en mayúsculas) dependiendo de ella”.
Muchos contenidos digitales guardan similitudes con el ‘fast food’. Al cabo de poco tiempo de consumirlo, lo normal es volver a tener hambre
Jordi RomañachAutor de ‘Dieta digital’
“Dar una cifra exacta, en minutos u horas, que sirva para delimitar el sobrepeso digital, es como hablar del sexo de los ángeles, pues cada caso ha de tratarse de manera individualizada”, reconoce. “No importa tanto, por ejemplo, la cantidad de tiempo que se está con el móvil, como lo que se hace con él y lo que se deja de hacer al utilizarlo”, opina.
Quizá la referencia más “científica” para marcar la frontera a partir de la cual el consumo de pantallas comienza a ser excesivo, argumentan los expertos, es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa sobre su eje. “De dividirse el día en 24 horas, hay aproximadamente 8 horas que empleamos para dormir, otras 8 que dedicamos a trabajar, mientras las 8 restantes las utilizamos para comer, estar con la familia, realizar actividad física, encontrarse con los amigos…”, cuantifica Masip. “Si dedicamos muchas horas de nuestro tiempo libre a las pantallas, es a costa de quitárselo a otras actividades que necesitamos”, adereza.
Señales de alerta
La pérdida de concentración, los cambios en el estado de ánimo al no poder usar el móvil o ser incapaz de dosificarlo aunque uno se lo propone, alertan de posible sobrepeso digital
Más preguntas: al igual que sucede con la báscula, ¿qué señales externas (como, por ejemplo, tener una barriga pronunciada…) informan de que la vida virtual ha crecido demasiado en tamaño? “La señal externa más clara es perder la capacidad de concentración”, responde Romañach. “La dependencia excesiva no se mide tanto en número de horas frente a la pantalla, como en hábitos”, manifiesta. “Por ejemplo, si el domingo por la mañana no eres capaz de dejar el móvil en casa al ir a comprar pan, tienes un problema. Y no vale decir que te lo llevas por si te pasa algo, porque no te vas a comprar el pan a otra ciudad, sino que solamente has de cruzar la calle”, recalca.
Algo similar relata Masip. “Cuando no puedes utilizar el móvil y te cambia el estado de ánimo”, suele ser indicador de sobrepeso digital. “También cuando las personas que tienes a tu alrededor te reprochan olvidarte de ellas, por pasar el día enganchado a las pantallas. Pero, sobre todo, cuando dejas de hacer cosas por estar utilizando pantallas o cuando te propones utilizar menos las pantallas, pero no eres capaz”, acota.
Cuando se dejan de invertir tantas horas al día en el ‘alter ego’ digital, se recupera tiempo para uno mismo
Marc MasipPsicólogo, autor de ‘Desconecta’
No obstante, la pregunta del millón es cómo dar peso a la salud digital, teniendo en cuenta que cada maestrillo ha de procurarse su librillo. Es decir, qué conviene hacer para que una dieta digital sea realmente efectiva. De nuevo aquí, la referencia es la nutrición. “Cualquier dieta que tenga que acabar, es un ejercicio inútil”, señala el dietista-nutricionista Julio Basulto para dar a entender que, paradójicamente, hacer dieta durante unos pocos días engorda, en tanto al volver a comer “normal”, el organismo activa sus depósitos de grasa en previsión de verse privado en un futuro de alimento de nuevo.
“Pretender desengancharse con un ayuno digital de unos pocos días es como querer perder peso a partir de una dieta milagro, es imposible”, opina Romañach. “Se trata de comer digitalmente bien todo el año”.
“Una dieta digital consiste en aprender a usar bien la tecnología de por vida y no solamente unos días. Al final, el tiempo en pantalla es tiempo que no estamos con otras personas o realizando actividades en la vida real”, condimenta.
“Hacer un ayuno digital intermitente puede ser de utilidad para dejar de utilizar el móvil por la noche. Pero lo recomendable es que la dieta digital sea permanente en el tiempo”, avisa Masip. “Los primeros resultados se obtienen de inmediato. Cuando desistes de dormir con el teléfono móvil al lado notas una mejoría, también cuando lo apagas en las comidas, cuando no conduces leyendo y mandando mensajes… Al final, cuando se dejan de invertir tantas horas al día en el alter ego digital, se recupera tiempo para uno mismo”, concluye este psicólogo especializado en la salud digital.