Ni tu firma ni tu letra dice nada sobre tu personalidad: la grafología es en gran medida un mito urbano

«¿Cómo es tu firma?: La forma en cómo la dibujes revelará tu personalidad»: es el titular de un buen puñado de artículos online que afirman que el tamaño de la letra, la existencia de márgenes o la curvatura de las letras puede describir muchos atributos del autor, incluso de su psicología e identidad. Hablamos de tests de personalidad con ningún tipo de validez ni rigor científico comprobado que arrojan resultados genéricos.

¿Cuál es el fundamento científico de esas afirmaciones? Hasta ahora ninguno. La grafología es la pseudociencia en la que llevamos creyendo demasiado tiempo.

Para algunos «expertos», si somos diestros e inclinamos la letra a la izquierda, puede que tengamos un espíritu rebelde. También las «i punteadas», las «t cruzadas», el espaciamiento de las letras, alturas, movimientos de cierre, y un largo etcétera, pueden ser manifestaciones físicas de funciones mentales inconscientes. Por otro lado, hay muchas personas que ponen o no los apellidos, cierran con un círculo la firma o ponen punto final. Y eso, dicen, cuenta mucho del autor.

Tanto, que los departamentos de recursos humanos de muchas empresas usan la grafología para la selección de personal, ya que «ayuda a conocer las aptitudes y posibilidades de cada sujeto para un puesto de trabajo».

En primer lugar, y para quien no lo sepa, la grafología es la pseudociencia que afirma revelar rasgos de la personalidad por medio del análisis de la escritura manuscrita del sujeto. De alguna manera, con ella se ha intentado a lo largo de la historia ‘descifrar’ la individualidad de las personas. Al mismo tiempo, se plantea que puede determinar las características generales del carácter, su equilibrio mental como fisiológico, su condición emocional e incluso su tipo de inteligencia o aptitudes emocionales.

Sí, todo eso a través de cómo coges el lápiz y lo mueves sobre el papel.

Grafologia

Sin embargo, la realidad es muy distinta. Existen otros instrumentos psicológicos (y sí validados y contrastados científicamente), con suficiente evidencia empírica, que de verdad logran medir lo que pretende la grafología, como los test psicométricos para medir los rasgos de la personalidad. Y la mayoría de ellos contrastan con la grafología en muchos sentidos. En 2009, Carla Dazzi y Luigi Pedrabissi realizaron una investigación comparando los resultados de 101 personas a las que se les aplicó el Big Five Questionnaire y, al mismo tiempo, fueron sometidas a una prueba de grafología. Los resultados no se asimilaron en absoluto.

¿Por qué no conviene creer a un grafólogo?

¿Por qué no conviene creer a un grafólogo?

No sólo eso. Posteriormente se realizó un análisis comparativo con las conclusiones de otro grafólogo, donde tampoco se halló similitud. En 1986 Ben-Shakhar, Bar-Hillel, Bilu, Ben-Abba, & Flug evaluaron la posible validez de la grafología mediante un estudio que demostró que no había diferencias entre las evaluaciones de los grafólogos especialistas, y aquellas realizadas por otros profesionales sin conocimiento alguno de la grafológica, evidenciando que la efectividad es totalmente aleatoria.

¿Esto es ciencia? 

Aunque algunos rasgos de nuestra escritura pudieran estar asociados a determinados rasgos de la personalidad, no se pueden sacar conclusiones definitivas sobre la conducta individual de una persona. El investigador Geoffrey Dean recopiló 16 artículos académicos que estudiaban la grafología en el trabajo. Y los resultados revelaron que había poca relación entre las predicciones de los grafólogos y el éxito laboral.

Firmas de celebridades.

En Magnet, hemos comentado el fenómeno con anterioridad. Y hemos analizado que, como este, hay decenas de estudios que repiten estos resultados e insisten en que los análisis grafológicos son el equivalente (no tan) moderno a los posos de té o leer entrañas de animales muertos.

Otro punto muy característico en la grafología que ocurre con bastante facilidad es el efecto Forer. Consiste en la observación de que las personas muestran un alto índice de aprobación cuando se describe su personalidad, descripciones que se adaptan a ellos, cuando en realidad son vagos y muy generales como para aplicarse a una amplia gama de personas. Ahondemos más: el psicólogo Bertram R. Forer les entregó a sus estudiantes un test de personalidad, y después, le pidió a cada uno evaluar los resultados del análisis en una escala del 0 (muy pobre) a 5 (excelente). Al final, de media se obtuvo un 4,2 y se les reveló que la descripción era la misma para todos los estudiantes. En definitiva: el placebo de los tests.

A todo esto se le suma otro problema grande: la carencia de estandarización, donde los diferentes grupos de grafólogos emplean métodos o técnicas diferentes. Por ejemplo, un analista puede decir que cierto rasgo es representativo de un comportamiento sádico, mientras otro, de una persona bromista. Además, más de 200 estudios demuestran la inexistencia de relación alguna entre la personalidad del individuo con los rasgos de su escritura. Se sugiere que la capacidad de la grafología para «adivinar» se basa en la difusa información de género y posición social implícitas en la forma del trazado de las letras.

Si bien la grafología es comúnmente reconocida como una pseudociencia, actualmente se sigue aplicando en diversas áreas como la psicología, la medicina, la criminalística, la educación y en el área laboral. Un gran error preocupante, ya que las investigaciones han mostrado repetidamente su falta de validez y confiabilidad. No nos extrañe que en un tiempo empecemos a contratar personal según el signo de zodiaco.

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