Hallan evidencia de «magia de la muerte» cerca de Jerusalén

Arqueólogos han descubierto pruebas de «un posible portal al inframundo» en la cueva de Te’omim, situada en las colinas de Jerusalén, donde se practicaban la nigromancia y otros actos de magia cultual.

Un reciente estudio publicado en la revista Harvard Theological Review ha puesto al descubierto reveladoras pistas sobre una enigmática práctica que se llevaba a cabo durante la época romana, gracias a nuevos hallazgos en la cueva Te’omim, situada a unos 30 kilómetros al oeste de Jerusalén.

En la cueva, arqueólogos encontraron cráneos humanos antiguos, lámparas de aceite y partes de armas ocultas que datan de los siglos II al IV d.C. Estos descubrimientos apuntan a que el lugar podría haber sido utilizado como un «posible portal al inframundo» para practicar la nigromancia o «magia de la muerte», un rito místico en el que se intentaba comunicarse con los difuntos.

De acuerdo con los investigadores, la colocación aparentemente deliberada de artefactos –hallados encajados en profundas grietas de la cueva– insinúa que la gente realizaba ceremonias de nigromancia destinadas a hablar y resucitar a los muertos hace casi 2.000 años, ofreciendo un nuevo ejemplo de la llamada «arqueología de la magia».

La cueva de Te’omim

Durante la época romana, la cueva de Te’omim fue un centro de devoción para los paganos, hace aproximadamente 2.000 años, aunque también se encontraron artefactos que tienen al menos dos milenios más de antigüedad, lo que indica que su relevancia y uso se remontan a épocas más antiguas.

Esta misteriosa cueva ha sido escenario de leyendas y dramas históricos a lo largo de los siglos. Desde la Edad de Bronce, sus cámaras cavernosas y su fuente natural de agua han atraído a visitantes, y durante la revuelta de Bar Kokhba en el siglo II, sirvió como escondite para los rebeldes judíos.

Nueva población habría traído la práctica de la nigromancia

Según Boaz Zissu, arqueólogo de la Universidad Bar-Ilan de Israel y autor del estudio junto con el arqueólogo Eitan Klein de la Autoridad de Antigüedades de Israel, tras la revuelta de Bar Kokhba, entre los años 132 y 136 d.C., la mayoría de los judíos que vivían en la región fueron erradicados o expulsados por el Imperio Romano gobernante.

Como consecuencia, la región fue repoblada con personas procedentes de diferentes partes del imperio, como Siria, Anatolia y Egipto. Se cree, según declaró Zissu a Live Science, que esta nueva población pagana trajo consigo nuevas ideas y costumbres, incluyendo la práctica de la nigromancia.

Cueva podría haber funcionado como un oráculo local

Desde el año 2009, los investigadores han llevado a cabo excavaciones en el yacimiento de la cueva de Te’omim. Durante este tiempo, han descubierto más de 120 lámparas de aceite en excelente estado de conservación, así como armas, monedas, vasijas y tres cráneos humanos sin la presencia de otros restos óseos.

Los arqueólogos Klein y Zissu proponen así, con precaución, que en la cueva de Te’omim se realizaban ceremonias de nigromancia durante la época romana tardía, y que la cueva podría haber funcionado como un oráculo local (nekyomanteion) con ese propósito, según se indica en el estudio publicado.

La nigromancia era considerada maligna y estaba prohibida en el Imperio Romano. Sin embargo, en muchas ciudades antiguas, existían lugares secretos conocidos como «oráculos», donde la gente creía que podía comunicarse con los muertos. La cueva de Te’omim parece haber sido uno de esos lugares, según reporta Live Science. 

«Posibles portales al inframundo»

«Allí encontraron las condiciones perfectas», explicó Zissu. «Está un poco apartada, pero no tan lejos de la carretera principal; es profunda, pero no mucho; y tiene un pozo profundo al final que consideraban una conexión con el inframundo», agregó. 

«La cueva de Te’omim, en las colinas de Jerusalén, reúne todos los elementos cultuales y físicos necesarios para servir de posible portal al inframundo», afirmaron los investigadores en el estudio. «La mayoría de los objetos descubiertos en las grietas de difícil acceso de la cueva de Te’omim, incluidas las lámparas de aceite, los cuencos y vasijas de cerámica y vidrio, la cabeza de hacha y las dagas, se utilizaban de un modo u otro para la brujería y la magia en cuevas percibidas como posibles portales al inframundo. Su finalidad era predecir el futuro y conjurar a los espíritus de los muertos».

Según declaró a Live Science el arqueólogo Ken Dark, del King’s College de Londres, que no participó en el estudio, la cueva proporciona importantes pruebas que atestiguan tanto la diversidad de la práctica religiosa en la época romana como el marcado contraste entre el uso religioso de las cuevas por los politeístas de la época romana y las primeras iglesias rupestres cristianas de Tierra Santa. 

Editado por Felipe Espinosa Wang.

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