Reos peligrosos que encontraron la muerte en prisiones bolivianas

Quizá una de las figuras más temidas en el mundo del crimen cochabambino y boliviano fue la del apodado «El Lucifer», que pertenecía a la Mara Salvatrucha (MS13), una pandilla que integra a cientos de jóvenes migrantes y deportados que históricamente se enfrentan a muerte a la Mara Salvatrucha 18 (MS18) con manoplas, cuchillos y armas de fuego. Este joven encontró la muerte en el penal de El Abra, asesinado.

Sergio Arze Araníbar, alias El Lucifer, fue asesinado en El Abra el 15 de septiembre de 2014. Solo alcanzó a cumplir seis de los 20 años de cárcel con los que fue sentenciado por haber matado a la azafata Vanessa Vega y a su amigo Jaime Pérez en El Prado.

Sergio Arze tuvo una infancia muy difícil. Su padre, el abogado Gregory Arze era un hombre celoso y violento. Sergio creció viendo a sus padres pelear todo el tiempo y a su madre siendo víctima de violencia psicológica y física.

El matrimonio se rompió y Sergio se fue a los 11 años a Estados Unidos. Allí, sin una dirección firme y amorosa, se volvió rebelde e ingresó a la Mara Salvatrucha (MS13), una pandilla que integra a cientos de jóvenes migrantes y deportados que históricamente se enfrentan a muerte a la Mara Salvatrucha 18 (MS18) con manoplas, cuchillos y armas de fuego.

En 2006, Sergio Arze fue deportado de los Estados Unidos porque fue sorprendido en un robo. Al llegar a Cochabamba buscó integrarse a un grupo para enseñarle a pelear y perder el miedo a la muerte. El grupo Adictos Al Sexo (ADX) lo acogió y su fama se hizo viral en los colegios, no solo por el tatuaje MS 13 que cubría su pecho, brazos y cerca del ojo, sino por su ferocidad.

En medio de ello, cometió dos asesinatos por los que fue condenado a 20 años de cárcel. Allí fue asesinado por presunta rendición de cuentas.

CRISTOFER QUISPE, tenía 27 años de edad, murió en la penitenciaría de Chonchocoro. Un bus que era usado para el transporte de los internos a sus audiencias fue su última morada. Ahí cuatro reos le cegaron la vida a golpes por órdenes del gobernador y un teniente de la Policía, denunció la familia de la víctima, reportó Info Bolivia.

La agresión fue tal, que el preso que cumplía una condena por robo agravado tenía 15 costillas rotas. Sus agresores no dudaron en firmar su delito en la piel y le marcaron una letra E en la espalda.

Al igual que Cristofer, en esa cárcel muchos otros presos murieron. Uno de ellos fue Danilo Vargas “El Fantasma”, nacido en 1978, líder de pandillas en La Paz y fundador del extinto grupo Mara Queen. Este personaje era reconocido por sus crímenes a sangre fría dentro y fuera del penal.

Su asesino César Llusco, era un preso que le propino tres disparos con arma de fuego a Vargas, que incluso montó un negocio para las visitas de turistas cuando era interno en el penal de San Pedro de La Paz con el expolítico Amado Pacheco, “El Barbas Chocas”.

Un año después, Llusco pagaría por su delito. El 29 de octubre del 2009 se desangró en su celda con 16 puñaladas que recibió. Y es que en penal que está en el altiplano, “quien a hierro mata, a hierro muere”, afirmó el exdirector de Régimen Penitenciario, Ramiro Llanos.

El 19 junio del 2018, Víctor Hugo Escobar, alias “Oti” paseaba por los pasillos del penal de Chonchocoro y se aprestó a ir a ver un partido de fútsal que se disputaba entre los reclusos. Es cuando otro grupo de internos protagonizaron una reyerta y se acercaron a él para propinarle más de 20 puñaladas.

La muerte de Oti fue tan cruel, que incluso los que lo victimaron le prendieron fuego y electrocutaron con un paralizador de cargas eléctricas. Según el informe del Instituto de Investigaciones Forenses (Idif), Víctor Escobar murió por un shock hipovolémico.

El exdirector de Régimen Penitenciario (2004-2005), Tomás Molina, calificó de “carita de ángel”, a Franz Reynaldo Gonzales Gonzales, alias “Vinchita” que a sus 18 años de edad estuvo involucrado en la muerte Jessika Borda, hija de Rhea Borda, excónsul de Estados Unidos.

El 27 de julio de 2012, el autor de ese crimen apareció muerto en la cárcel que está en Viacha con una serie de heridas causadas por un arma punzocortante.

El Chichuriru, conocido » El loteador», fue trasladado de Palmasola a Chonchocoro. El 7 de diciembre del 2003 apareció ahorcado en su celda. Sus asesinos gritaron “el Chichuriru se ha quitado la vida”, relata Tomás Molina en su libro Cárceles de Bolivia.

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