Ya pasaron treinta años que una mañana del 11 de mayo del lejano año de 1988, su Santidad Juan Pablo II, pisó tierra orureña. Fue la primera vez en la historia, que un Sumo Pontífice llegó a nuestro país, y más aún, hacerse presente en nuestra ciudad.
Aun en la adolescencia se puede recordar tan magnánimo hecho, que en aquella generación quedó incrustada en la memoria un hermoso recuerdo.La visita del Santo Padre se anunció casi un año antes, las Parroquias se organizaron, los sacerdotes comenzaron las gestiones y a través de Monseñor Julio Terrazas se dispuso todo lo necesario en equipos debidamente organizados con bastante antelación.En ese tiempo, la ciudad no llegaba más que al puente Tagarete, allá se encontraban los antiguos “Arenales”, aun intactos, y se dispuso muy cerca del Aeropuerto un espacio abierto con una inmensa Cruz y una plataforma de madera para recibir al Santo Padre.
Días antes, el movimiento en la ciudad fue interesante, pues en las reuniones en las parroquias informaban los detalles de la visita. Se nos comunicaba la organización, pues todos los feligreses debían asistir de acuerdo a su parroquia en espacios debidamente distribuidos en el Campus Papal.Entre los niños y adolescentes, fue interesante ver el movimiento en la calle Bolívar días antes, apareció un Álbum de figuritas relatando la vida del Papa Juan Pablo II, lo que muchos no supimos y nos enteramos por este medio, fue que se llamó Karol Vojtila, de nacionalidad polaca y que además salvó milagrosamente su vida en un intentó de asesinato años, a cuyo autor Mehmet Ali Agca lo visitó en la cárcel y lo perdonó.
En la televisión y la radio pasaban la canción: “Sembradores de Justicia y de Esperanza”, como melodía oficial de la visita Papal.Llegó el día esperado, todos estuvimos clavados en la televisión día antes, pues el Papa Juan Pablo II llegó en avión al Aeropuerto de El Alto. En la madrugada del día 11, todos los feligreses debidamente ordenados se trasladaron al campus papal, el ingreso fue controlado por el Ejército que ordenaba de acuerdo a la ubicación de las diferentes parroquias.
El frío era terrible, la gente muy mayor no encontró óbice en el clima e igual con su pesado caminar se trasladaba al Campus, algunos en autos particulares, pero los demás lo hicieron a pie. No faltaron las madres que llevaron bebidas calientes para los niños.A las seis de la mañana comenzaron a llegar en el camino del Aeropuerto “Juan Mendoza” hacia el Campus Papal los conjuntos del Carnaval de Oruro: morenos, tobas y otros, pero los más destacados los Diablos. Una réplica de la Imagen de la Virgen del Socavón se colocó al medio de los sectores donde se encontraban las parroquias.
A las nueve de la mañana, llegó el avión, y como si el Santo Padre nos viera desde el cielo, comenzaron a agitar pañuelos blancos, y la música del Carnaval comenzó a tocar sus melodías, el nerviosismo de la población fue general, todos se encontraban ansiosos por ver al Papa.El avión aterrizó y el Papa se subió al Papamóvil saludando primero a los danzarines del Carnaval. Recorrió la primera calle de los sectores parroquiales, pero al ver que podía recorrer la movilidad por los otros lugares, el Santo Padre rompió el protocolo y trató de llegar a sitios más alejados, saludando a los feligreses.Luego del recorrido, se subió a la plataforma, y nos compartió un mensaje, no realizó una celebración Eucarística, pero nos ofreció su bendición, precisamente cuando Oruro sufría el efecto de la Relocalización. A la conclusión de su visita y antes de bajar por la escalinata, un minero subió a la plataforma y con lágrimas en los ojos confesó los efectos de la crisis, regalándole un “guardatojo”, que se quedó como imagen imperecedera de su presencia en Oruro a través de un cuadro que se conserva en el Santuario de la Virgen del Socavón.Luego, una señora también con lágrimas en los ojos le obsequió una olla vacía, en ese tiempo las familias que salieron de las minas pasaban hambre. Paradójicamente, al bajar la escalinata, dos diablos fueron traídos de toda la tropa para presentarse ante el Santo Padre, contradictoriamente ostentando la riqueza del Carnaval.
Monseñor Julio Terrazas le explicó que estos danzarines bailan en honor a la Virgen del Socavón, y uno de ellos espontáneamente se quitó la careta y se la entregó al Santo Padre, quien con sus manos quiso ponérsela, pero aquella imagen hubiese generado controversia en todo el mundo, decidió bendecir a los diablos y se subió al Papamóvil llevando la careta por delante.El avión despegó y toda la gente comenzó a movilizarse para volver a la ciudad, algunos como lo hicieron a pie, otros en movilidades particulares o en micros.Para Oruro en ese tiempo, fue uno de los hechos religiosos más importantes por el regocijo de la visita Papa.
La Cruz Papal, aún se encuentra en el lugar y adorna una plaza que lleva el nombre de “Juan Pablo II”, rememorando aquella histórica visita; la avenida que lo llevó del aeropuerto al Campus Papal es ahora una amplia avenida, en ese sector se ubicaron los diablos y otros conjuntos para ofrecer su homenaje relievando la calidad de Capital del Folklore de Bolivia.El diablo que obsequió su careta, se quedó con la bendición Papal, con la sensación de haber estrechado la mano del Santo Padre y con la pena de haber extraviado en confusión el Rosario obsequiado por su séquito. La mano que estrechó la rajada mano de Karol Vojtila, es quien escribe estas humildes líneas, bendecida hace treinta años.
Texto : Maurice Cazorla Murillo
Foto : Careta de Diablo entregada a su santidad el Papa Juan Pablo II el 11 de mayo de 1988 en Oruro