La danza de los incas ha logrado imponerse con originalidad, a pesar de las incongruencias aplicada a los trajes, como la de mezclar iconos de la cultura Tiahuanaku con el clásico signo escalonado de la nobleza inca. Sin embargo es interesante observar de cerca el viejo «wanka» (relato-tragedia) de esta danza, hecho en quechua y español y presentado posiblemente desde 1871.
El domingo de carnaval, ante un Inti esplendoroso, los Hijos del Sol, hacían la rememoración de la «Tragedia del fin de Atahuallpa».
Como afirmó Jesús Lara, esta expresión no muestra «ningún interés por ajustarse a la verdad histórica». Por su parte, el etno historiador Wachtel, afirma que se busca con ella el retorno de un feliz Pachacuti escatológico.
El trauma de la conquista
La danza, en efecto, describe el trauma de la conquista: encuentros preliminares, incomprensión el diálogo, muerte de Atahuallpa y triunfo de Pizarro y luego un final inesperado: condena de Pizarro en España, maldición del europeo y un mensaje mesiánico y de rebeldía del pueblo derrotado.
Después de la conquista, para los indígenas los españoles son los que han motivado la ruptura del equilibrio económico y cosmológico del Estado inca. La idea de que el arribo de los «auqasunk’akuna» implicaba también la desestructuración o «Mundo al revés «, promovía en el inconsciente colectivo y el mito la esperanza de una nueva Edad en que se regenerarían los tiempos del Inca. Había sucedido la desestructuración pero no una destrucción total.
Es interesante la coexistencia de dos formas de pensamiento, la del hispano y del indígena, en las que se conciben dos formas de enfrentarse a la historia de la Conquista.
Mito es el primer intento que hace la gente para explicar el mundo y su lugar en él. El pueblo lo crea y lo habla. En el caso del relato de los incas, el «Wanka» actuado y el mito se han fundado en el habla para subsistir hasta hoy.
Sin escritura propia
Los incas no tuvieron escritura propia y ésta es la causa de que las fuentes fueron escritas por sacerdotes, encomenderos y conquistadores. La voz y el habla eran pues el único medio para que esta visión pasara de generación en generación.
Según el mito de Inkarri, después de la conquista, el inka se transforma en un ser subterráneo y reina en el «uk’u» Pacha’ (el mundo de abajo). Llegará el milenio en que habrá abandonado su reino para imponer su poder en el «kay pacha».
La iglesia católica allegada al poder calificó las prácticas rituales de «Idolatrías» y organizó una represión religiosa. Wachtel sugiere que la conquista es una agresión y que produjo un trauma en la mentalidad colectiva, el cual supervive en la danza de los incas porque se reinterpreta como una forma de aculturación violenta o de lucha contra la opresión, desde el lado indígena.
La actualización paulatina del mito de la «Vuelta del inca» está asociado, en los pueblos andinos, a otros fenómenos triunfantes del movimiento campesino. Subsiste así la espera de un otro Pachacuti, de volver este mundo a otra realidad, a un Pachacuti que -según el mito- sugiere una transformación y no un simple cambio. Quizás la ficción ha concluido, el resto es historia.
Esta danza evoca la grandeza de la raza y la cultura quechua, con un sistema de vida añorado, expresando los antecedentes de la conquista española. Existe gran habilidad teatral para ver el pasado y hacer conocer lo que fue el incario.
El desfile de los incas se inicia con sus grandes dignatarios que son representados como Manco Kapacj, Atahuallpa, Huaylla Huisa, seguido por su cortejo de ñustas para decirnos que el incario fue el fundamento de la nacionalidad.
Fuente: EDUCA